Sí, es verdad. Existía mucho temor ante el nombre de Javier Altamirano, puntualmente por el horrible episodio que vivió el año pasado en Estudiantes de La Plata, donde todos los corazones se alteraron de quienes presenciamos lo sucedido.
Pero el oriundo de Talcahuano volvió, no claudicó y pese a los recelos, se la jugó y retornó a las canchas. Pero sin duda, algo le faltaba que era lo más importante, el reencantamiento.
Y afortunadamente se lo dio la U, gracias a Gustavo Álvarez, quien ha sido como un padre futbolístico para él llegando a contener las lágrimas de ver como el talentoso jugador demuestra en azul, toda su valía.
Es por eso, que en esta Universidad de Chile modelo 2025, que no cuenta con los flashes y reconocimientos una vez más de la prensa llamada especializada, veo cosas interesantes en el equipo, que más allá del tropiezo con Magallanes o el gol que se demoró en llegar ante el propio Ñublense, hay un funcionamiento especial con hambre de gloria.

En ese fundamento, veo que la escuadra azul va en camino a rendir bajo el ritmo de Altamirano, quien por el ímpetu a veces se equivoca en el último pase, pero ¿Quién no? Da lo mismo, la U por fin encontró al jugador que le faltaba.
Para qué hablar del golazo que anotó, de crack. No hay más palabras para eso y su celebración, a lo Naruto como entregando un mensaje al siempre fiel fanático “tranquilos, estoy yo. No teman”. Ídolo.
Hemos de esperar que eso se mantenga sobre todo de cara a la Copa Libertadores, por el bien de los universitarios y de él mismo, que a este paso ya pronto diremos, “Señor Gareca, Javier es chileno”.
Por último, recurro a una frase que leí en redes sociales y que mandaban a no encariñarse con un jugador que está en condición de préstamo, pero siento que en esta pasada es y será difícil seguir aquel pregón. Por ti, por tu abuelo, por la U, dale con todo, Javi.